Emitir juicios es completamente contrario a amar. Enjuiciar genera separación y nos distanciamos, no solamente entre nosotros sino también de Dios y de los ángeles. ¡Bien fácil es ver la pelusa en el ojo ajeno, pero cómo cuesta encontrar la viga en el propio!
Todos somos semillas genuinamente divinas con cualidades, dones y peros. Considero que no hay quien aun esté sobre este plano y no necesite corregir algún aspecto de su existencia. De manera que honrar la parte divina en cada ser humano, nos ayuda a tolerar y no descalificar a cada hermano con quien nos relacionamos.
Puede que sea cierto que existen ambientes más tentadores y propicios para el chismorreo que otros, pero hacerlo, da pauta a que luego seamos nosotros mismos el blanco del juicio de los demás. Recuerda que lo que sale de nuestra boca, siempre regresa multiplicado; así que, detén el impulso reactivo de juzgar y procura que tus palabras sean justas.
Trabajo interior
¿Para qué empeñarnos en seguir buscando los desaciertos y las fallas en los otros? Mejor es mirar para adentro que bastante tarea individual si hay por hacer. Antes de hablar mal de alguien, detente y encuentra al menos dos de sus aspectos positivos. Piensa además en esto: Dios no enjuicia ni descalifica, cómo es que nosotros si lo hacemos tan seguido y tan fácil?
Analiza si el hecho de emitir juicios es uno de tus hábitos negativos. Si lo es, tienes ante ti una enorme oportunidad de enfrentarte con tu propio ego, de restarle poder y de acercarte más a Dios. Practica bendecir en lugar de juzgar y encuentra la bondad y la perfección en cada ser, en cada experiencia. Cuando ves con el corazón, descubres la belleza interior que antes no habías notado en quienes te rodean.
Más de uno de nosotros conoce el efecto de enjuiciar y ha trabajado este aspecto. Sin embargo, lo hacemos durante una temporada y luego volvemos a caer. Y es que se requiere de empeño y constancia. Piensa por ejemplo, en el tipo de conversaciones y sobretodo en las personas con quienes las sostienes. ¿Hay alguien en particular con quien comadreas y terminas siempre “rajando” de lo mismo o de los mismos? En lo personal me ha funcionado pedirles el favor a mis seres queridos, para que en nuestras charlas nos esforcemos en no criticar. Todos nos beneficiamos.
Esta lección de no enjuiciar, sí que nos cuesta aplicarla a la vida diaria. Lo bueno es que nuestros más grandes desafíos son los que nos ofrecen las mejores ocasiones para crecer y revelar luz. Y no es abstenernos porque si. El ego se vale de muchos trucos, para hacerte creer que no está detrás de tus actos.
¡Si comprendiéramos que con cada crítica que lanzamos en contra de alguien, a quien más lastimamos es a nosotros mismos! Claro, al desacreditar a otro, afectamos nuestro propio campo energético. Es como si agujereáramos nuestra aura y diéramos pie a que cosas negativas, como la envidia, entren. Y luego nos extrañamos, preguntamos y hasta reclamamos, por qué estamos siendo objeto de codicia o rivalidad. Bueno, ahí tienes una posible explicación.
Relaciones personales como oportunidades
“Mejor nos hubiera dejado Dios solitos a cada uno en su mundo,” me dijo entre risas una paciente. “Imagínate, no hubiera pelea, ni envidia, ni juicios, ni rencor porque no habría con quien.” ¡No! Aparte de que sería muy aburrido, no aprenderíamos nada. En las relaciones personales está nuestro mayor potencial de transformación. Es justo interactuando con otras personas, que nos desarrollamos y superamos nuestras fallas.
Por ejemplo, suponte que tu hijo desea ser muy buen nadador. Para complacerlo, le construyes una piscina en tu casa y por su parte, él se dedica a practicar a diario sin instrucción alguna ni estilo. Si no se mide con otro niño nadando, jamás sabrá qué tan bueno es. Si no cuenta con un maestro, no tendrá técnica alguna. Sí, es una situación hipotética, pero didáctica.
Respetando los procesos de los demás
Por más bienintencionados que seamos en nuestros comentarios, la mayoría hemos errado y usado algún tipo de justificación como: “Lo digo por su bienestar”, “Es que mi hermano, padre, hijo, amigo, pareja, socio, vecino, etc., no quiere ver, no se deja ayudar”. Esto es algo que me ha tocado trabajar como terapeuta para entender que cada quien hace lo mejor que puede, que cada ser posee un proceso diferente y que hay que respetar sus decisiones y tiempos.
En esta ocasión no voy a hacer fuerza en el concepto del espejo en el otro individuo, de esto que tanto hablo y que causa polémica sobre cómo lo que no nos gusta en los demás, es algo que se debe trabajar en lo personal. Dicho de otra manera: cuando criticamos algo en otra persona, estamos negando ese aspecto en nosotros mismos. Más bien hago énfasis en esto: si hay comportamientos tan molestos en los demás, ¿por qué no mejor acudir a la compasión por ese otro hermano que también es hijo de Dios? En lugar de condenar, que bueno si entre todos nos ayudáramos mandándonos secretamente luz y amor a esas facetas no tan luminosas. Sólo hasta que pasamos por lo mismo, logramos entender.
Obviamente, sin caer en la arrogancia de creerse uno mejor, más espiritualizado o evolucionado que otro. “Yo tan bueno que soy, mejor te envío luz a ti, que estás tan mal”. O peor, sentir lástima ajena diciendo con sarcasmo: “Si, pobrecito éste que no aprende” o “mejor que se encargue la justicia divina”. Una cosa es la compasión otra bien diferente y oscura es la lástima.
Apoyo arcangelical
Con verdadero arrepentimiento, pide al Padre y a tus ángeles que te ayuden a suavizar y hasta revocar, los juicios que has lanzado contra otras personas, así tu ego encuentre razones válidas. Invoca también la presencia permanente en tu vida de los arcángeles Gabriel, Zadquiel y Jofiel para que te apoyen en este propósito de ser más compasivo.
Que bien se siente poder contar con un amigo al que le puedas confiar tus cosas, sabiendo que te va a escuchar sin juzgarte. Justo así son los ángeles, incondicionales. Qué bonito sería que pudiéramos ser como un ángel para otra persona. Que viéramos no solo desde nuestra percepción, sino también desde su óptica. Recuerda, lo que hacemos a los demás, nos lo hacemos a nosotros mismos. Transformemos nuestros juicios en compasión, aceptación y piedad. Es por nuestro propio bien.
Bendiciones de amor y luz.
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